Tanto como de complicadas tenemos las mujeres,
de igual forma nuestros amados compañeros son igualmente complicados,
complicados no difíciles. A veces nosotras nos enredados entre paradigmas
equivocados y antiguos prejuicios sin darnos cuenta de lo fácil que es hacer feliz
a un hombre; la verdad muy pocas personas han aprendido el sutil arte de la
empatía; todos pensamos, creemos, razonamos, reflexionamos, actuamos y
reaccionamos desde nuestro propio, pero limitado metro cuadrado. Tan
acostumbrados estamos a la unidimensionalidad de nuestro mundo, que se nos hace
casi imposible bajarnos de la cima de nuestro ego para entender que el mundo no
gira a nuestro alrededor y que hay otras visiones, diferentes opiniones y
definitivamente, un universo enorme de perspectivas tan complejas y tan
importantes como las nuestras.
Lamentablemente sin esta visión
multidimensional, estamos condenados a aferrarnos a la calidad concreta de una
verdad irrefutable, de un solo y dogmático enunciado al cual le damos la
categoría de principio universal. Como si no fuera suficiente con todas las
sectas, los partidos políticos, los congresos mesiánicos y los salvadores
autoproclamados; en medio del caos ideológico de nuestra relativa existencial,
la prepotencia pseudo-filosófica de la cultura imperialista que domina la
organización financiera, política y social de nuestra actualidad, hace que
todos los seres productivos y agentes de consumo, nos veamos tentados por esta
individualización de la realidad que amenaza incluso con recluirnos en nuestras
pequeñas celdas virtuales, donde el interrelacionamiento digital nos permite
ser dueños, no solo del mundo en al que decidimos conectarnos, sino de todos
los mundos que podamos y logremos controlar.
Que difícil se nos hace bajarnos de la comodidad
de nuestra realidad virtual, para interactuar cara a cara y cuerpo a cuerpo con
otros seres humanos. Supongo que es más fácil cobijarse bajo el anonimato de la
socialización virtual, y no tener que lidiar con las amenazas del contacto
humano sin filtro ni protección. El ego siempre fue una parte frágil del
psiquismo humano, por eso se inventó el paradigma egocéntrico del amor por los
demás a través del deseo narcisista de enamorarnos de nuestra propia imagen
reflejada en los ojos del amado. ¡Eso no es amor! Puede ser si acaso, una
pequeña parte del recorrido de la atracción por los avatares del deseo, pero
cuando esa intensidad da paso a la intimidad construida a punta de acuerdos y
apuntalada en compromisos, entonces sí podemos regodearnos orgullosos de
nosotros mismos, porque habremos abandonado nuestro egoísmo salvaje para dar
paso a la complejidad de una emoción más elaborada y menos interesada, el
sentimiento amoroso compartido y consensuado, la intimidad de habitar un mundo
donde no impera la ambición calculadora de la satisfacción propia como única
ganancia, sino la negociación responsable de un escenario equitativo y
equilibrado de un resultado ganar-ganar.
Pero ¿qué tiene que ver todo esto con el gozo
masculino? Pues bien, cuando se trata
del hogar, las mujeres por naturaleza tenemos la ventaja, porque nosotras somos
quienes construimos el nido, o decoramos el infierno. Por más esfuerzo que
hagan, nuestros forzudos cónyuges, difícilmente logran darle a su casa, cueva o
departamento, el calor de un hogar. Para eso, nos guste o no, Dios inventó a
las mujeres. Sin embargo, muchas veces, la voluntariosa gerente del hogar, no
sé da cuenta de que tener la ventaja no nos da el derecho de abusarnos. Si bien
es cierto que nuestra sociedad es machista, también es cierto que somos las
mujeres quiénes nos encargamos de transmitir ese machismo de generación en
generación. Irónicamente, también es el sexo femenino el que decide vengarse de
ese entredicho y hacerle sentir al despistado compañero, las desventajas de ser
el chivo expiatorio en esta tan desgastada; batalla de los sexos.
Mis queridas amigas, ¿quién les dijo que a los
hombres hay que tratarles mal para que te amen?, ¿A quién se le ocurrió la
brillante idea de retener al marido a punta de desplantes y caprichos?, ¿Quién
les llenó la cabeza de tantas cucarachas? Los hombres como les dije al
principio, son unos seres muy extraños, tanto que se conforman con un saludo
cariñoso, un abrazo sincero y una cálida bienvenida cuando llegan a casa. Son
tan fáciles que se dejan conquistar por la sonrisa de la mujer a quien aman y
mientras ella se deje acariciar y los mire apasionada, créanme, no les importa
si les damos de comer piedras o papel cortado. Lo único que importa para ellos
es sentirse amados, saberse extrañados y tener la certeza de que su pareja los
espera siempre con un bálsamo de calma, una tibia manta de aprecio y un
banquete de ternuras. Un hombre cuando crece deja de buscar satisfacciones
pasajeras porque ya se aburrió de usar y botar bonitos cuerpos, sin encontrar
una mano que lo busque, un corazón que lo cobije y una mirada que lo entienda.
Así también, un hombre cuando es HOMBRE,
necesita saber que a su lado tiene una MUJER que lo ama incondicionalmente, lo
admira fervientemente y lo necesita con cada gota de su sangre, porque sólo así
podrá convertirse en ese héroe sobrehumano, ese ser extraordinario, ese caballero
andante que ha dejado de rescatar damiselas en desgracia para dar su vida, su valor
y su cordura por una idea, una causa y un destino; es decir el sentido de su
existencia que se encierra en el secreto de los ojos de la mujer que le
pertenece.
No tengas miedo de entregarte, si tu esposo se
ha ganado el derecho de ser tu compañero, tu amo y tu pareja, deja que él tenga
tu vida en sus manos porque solo cuando ese hombre te reclame como suya, podrás
decir que has dejado de ser niña, porque hay un HOMBRE que te llama; MI MUJER.
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