"-Deja que me convierta en luna- Respondió Gautama-. No tengo nada que desear aqui abajo.
Quería controlar su propio destino. Era el deseo más simple de cualquier ser humano, pero había sido una fuente de miedo e incertidumbre durante toda su vida. Todos le habían dicho, directa o indirectamente, que era imposible.
Gautama incluso sentía una leve resistencia ahora, como si los dioses fueran a destruirlo al instante por usurpar su poder. Pero le pareció que se caía el ultimo velo que había en su mente, una sensación cien veces más delicada que dejar caer una telaraña que estuviera pegada al cuerpo.
Entonces se convirtió en luna y experimentó lo que experimentaba la luna. Era imposible traducirlo en palabras: una serenidad impasible que se estremecía con su propia existencia. Una indiferencia por el mundo que estaba debajo. Una preocupación muy simple, solo por la luz misma. Gautama era consciente de todo esos ingredientes de su estado, pero el nuevo estado en sí era inefable.
Entonces sucedió algo nuevo. La luna parecía saber que el había llegado y él sintió que le hacía una reverencia. "Hemos esperado". Gautama estudió el cielo con la mirada, y esas palabras parecían provenir de todos lados, no sólo de la luna, sino también de las estrellas y de la negrura que había en medio de las estrellas. Empezó a hincharsele el corazón.
"Yo también he esperado".
El cielo se agachó para envolverlo. Ahora Gautama entendía porque se vio forzado a convertirse en una no persona. El mundo visible era una ilusión, pero mientras creyera en su karma, el mundo no podía revelarse. Él tenía que estar desnudo. Sólo en la inocencia se cae la máscara. "Así que es esto", pensó. "La verdad". Gautama le dio permiso a su corazón para que se hinchara y rebasara el cielo. No sabía lo que había más allá o cuán lejos podía llegar. Había encontrado su libertad, y en la libertad todo está permitido."
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