¿Qué pasaría si los cuentos de hadas
tienen razón y la bella durmiente necesita un príncipe para despertarse? ¿Y qué
tal si el matrimonio tradicional
simplemente funciona o funciona, simplemente porque las parejas tenían roles
supuestamente convencionales, pero efectivamente concebidos en el espacio casi
extinguido del sentido común. Como siempre, la modernidad asoma la aterradora
mascara de la singularidad egoísta representada por la porción individual. Disfrazado de prepotente autonomía, el narcisismo nos
motiva construir un mundo, en donde no solo que no pueden coexistir todos los
mundos, si no que a duras penas entra una persona con su ego.
Asumimos ingenuamente que podemos convertirnos en islas aisladas de
todo archipiélago común o familiar. “Yo”, “mío”, “quiero” son ahora nuestras
palabras favoritas. El sencillo hecho de intentar ser un “nosotros” nos parece
una tarea demasiado pesada como para siquiera considerarla y claro está que el
necesitar a alguien en tu vida queda siendo un acto de mediocre conformismo y absoluta debilidad. En teoría, el éxito
consiste en ser auto-motivados, autofinanciados, independientes, y totalmente
autónomos; porque como dicen, nadie es indispensable y todos pueden ser
reemplazos; incluso el amor de tu vida. Total, porqué nos vamos a amargar si
para lo que sea que necesitemos, siempre podemos acostumbrarnos a resolver
nuestros problemas solos o por ultimo contratar a alguien para que lo haga por
nosotros.
Es alarmante el porcentaje de
ejecutivos exitosos que pueden vivir sin su esposa pero que se agonizarían sin
su blackberry, su Iphone, su Ipod o su secretaria. ¿Cuántas mujeres conoces que
tratan mejor a su asistente doméstica que a su esposo? Y es que a la final, la casa se caería sin la una,
pero al otro ni se lo ve en la luz del día, menos se lo necesita.
No será que se equivocaron al
satanizar la necesidad de necesitar al otro? ¿Puede ser que Bon Jovi tenga
razón al decir que ningún hombre es una isla y que John Lennon no estaba
tan loco al intentar explicarnos que el amor es todo lo que el mundo necesita. Tal
vez el dinero no puede comprar la felicidad… o ¿Si?
Será que Rico McPato y el Sr. Burns
son modelos a seguir o deberían interpretarse como advertencias satirizadas de
la más grande amenaza de la sociedad actual; la inmensa, endémica y amorosa
soledad.
Después de tanta pomada
pseudo-psicológica, compresa emocional y charlatanería subliminal, seguimos
preguntándonos como evitar la pandemia contagiosa del divorcio compulsivo, sin
darnos cuenta de que la respuesta siempre estuvo justo en frente de nuestros
ojos. No hay conjuros mágicos ni amuletos prodigiosos que garanticen un
matrimonio; cuando se trata de compartir la vida, solo tenemos que estar
realmente dispuestos a compartirnos a nosotros mismos; tomar la decisión de
quitarnos la armadura y guardar el traje de Superman para cuando salimos a ese
mundo ancho y ajeno. En casa; en el hogar que abrigamos acordando que dos
corazones laten al unísono, deberíamos poder desnudarnos cuerpo y alma sabiendo
que éste es mi rincón seguro, el santuario indestructible de la
incondicionalidad, el respeto y la validación. Porque es precisamente en ese
mundo de lo “nuestro” en donde puedo darme el lujo de confiar en otro ser humano
al punto de entregarle la existencia de mi propia vida; de necesitar una mirada
distinta, escuchar la alteridad de una palabra otra, el apoyo de un hombro
solidario, y la ayuda empática de una voluntad que se entrelaza con la mía cada
vez que su mano sostiene la mía.
Si bien es cierto, ahora las mujeres somos
perfectamente capaces de pagar nuestras propias cuentas, defendernos de los
peligros, arreglar el auto, la tubería, y lo que sea o de conseguir quien pueda
hacerlo por nosotras, así también los hombres han aprendido a cocinar, lavar,
planchar y ocuparse de cualquier tarea domestica, decorativa, emocional o
parental; de todas formas y pese a tanta independencia deberíamos hacer el
esfuerzo mental compartir nuestra intimidad, confiar nuestros secretos y
habitar en un espacio donde los cuidados, la protección y el bienestar son
privilegio y responsabilidad de ambos. No porque no pueda cuidarme sola sino
porque prefiero hacerlo contigo, no
porque no sea feliz conmigo misma sino que soy más feliz en tu compañía, no
porque no tenga mi propio mundo, sino porque mi hogar está entre tus brazos.
Puedo vivir sin ti, es simple y sencillamente que decido no hacerlo.
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