De entre todas las incógnitas, temores y preocupaciones que vemos en los Procesos de
Duelo de una relación amorosa, con frecuencia las mujeres que después de ser
abandonadas por su pareja, acuden a mi consulta, coinciden en una pregunta en
particular; ¿Qué tiene ella que no tenga yo?
Con el tiempo y la práctica, nos hemos dado
cuenta de que la respuesta es mucho más simple de lo que cualquiera de nosotras
se hubiera imaginado y por inverosímil que parezca, el caballero prefirió a la
bruta. Y no es insulto, ofensa o desprecio; el lado más feo de la cruda
realidad es que al parecer, la mayor parte de los hombres se sienten mas cómodos
con mujeres menos complejas, incluso podríamos llegar a afirmar que la
"brutitud" es casi tan atractiva como la belleza y si ambas van de la
mano, ¡Bingo! Se ha creado la nueva diva fatale y tendremos textualmente un ejército
de hombres rendidos a su paso. Bueno, rendidos, sonsacados, estafados, usados o
manipulados, o en el mejor de los casos realmente aburridos con su simplona
pero complaciente damisela.
Pero entonces, ¿Cuál es la utilidad de escoger
una tonta hermosa o una geisha falsa? En
uno de los más controversiales libros de esta época, Isabela Santo Domingo
intenta esclarecer algunos de los conflictos que se plantea una mujer
inteligente, cuando se da el portazo de realidad, al ser desplazada por una de
esas brutas que terminaron por ser lo suficientemente vivas como para entender
que, hacerse la bruta es a la final una estrategia de lo más eficiente, cuando
se trata de capturar los afectos de un incauto caballero. Pero mas allá de las argucias
y estratagemas que este libro plantea, hay subyacente una situación que parece
repetirse, y es que sea por knock out psicológico, chantaje emocional,
dependencia sexual o simple chiripa; el escenario casi generalizado es que; los
caballeros las prefieren brutas.
Lo que comenzó mi cuestionamiento a esta hipótesis
psico-social es el hecho de que muchas de las veces, las brutas escogidas por
los rígidos señores, no se están haciendo las tontas, sino que en realidad son
personas más bien cortas de aspiraciones y limitadas de entendimiento. Claro
que lo que les falta de abstracción, lo compensan divinamente con ingenuidad
voluntaria, vasallaje metódico y falta de identidad propia. Entonces sí, es
posible entender el por qué de la polémica preferencia y es que como dice un
paciente; "las mujeres inteligentes son peligrosas, encima de que pueden
pagar sus cuentas, ¡Tienen ideas propias!"
¿O sea!?! ¡Horror! ¿Cómo se les ocurre? dice mi
apesadumbrado paciente, que a un hombre le va a gustar que su mujer pueda
argumentar una discusión con él, que se dedique a buscarte las costuras y que hecha la inocente, incluso te sugiera
aspectos de tu vida en los que puedes mejorar, como si el hecho de que ella
tenga éxito o gane más dinero que uno, no fuera suficiente. En verdad se pasan,
dice el caballero, luego se quejan de que uno les mienta.
Lo que al inicio fue para mí, un caso rarísimo
de parafilia atípica, se fue convirtiendo en una praxis reveladora acerca de la
narcisista e infantil necesidad que tienen muchos hombres-niños de compartir su
espacio con una representante del servicio al cliente, y es que ésta es la
única elección que les garantiza una pareja que nunca podrá plantearles un desafío,
ni tendrá la osadía de superarse en aspecto alguno, manteniendo así la
mediocridad de un status quo, en donde jamás se cuestionara la idoneidad o
veracidad de la felicidad completa, embebida en la familia tipo
comercial-de-detergente, donde el marido siempre tiene la razón.
Pero no se confíen, mis inteligentes lectoras,
el riesgo de acomodación es una característica endógena de todo el sexo
femenino; desde el nacimiento las mujeres hemos tenido que aprehender,
practicar y dominar la capacidad de adaptación, migramos del apego con la madre
a configurar un Edipo con la figura paterna para poder resolver nuestra
pertenencia a la familia y a este mundo; entrenando así las características que
nos permitirán a futuro, abandonar la casa paterna, dejar padres, hermanos y
amigos para renunciar a nuestro lugar geográfico, social e incluso gentilicio,
herencia y apellido si fuese necesario para contar con la gracia y la fortuna
de hacerse de un marido.
Mi padre suele decir que las mujeres nos
nivelamos, es decir; que si una mujer se casa con un hombre más inteligente o
dedicado que ella, la necesidad de adaptación hará que ella se esfuerce,
superando cualquier tipo de limitaciones académicas o técnicas para estar al
mismo nivel de desempeño. Mientras que si una mujer emprendedora y competente
tuviera el desatino de comprometerse con un caballero menos preparado,
instruido o ambicioso; de la misma manera, los conflictos propios de la vida
cotidiana de la constelación doméstica, la obligarán a frenar sus impulsos de
superación e incluso pueden llegar a culpabilizarla por el hecho de tener una
posición económica o profesional superior a su cónyuge.
Finalmente, como lo hemos visto representado
por personajes de películas y series como el de Miranda Priestly en “El Diablo
viste a la moda”, Miranda Hobbes en “El sexo en la ciudad”, o la Dra. Amanda
Bailey y la Dra. Cristina Yang en “Grey’s Anatomy”,
la conclusión inalterable es que la desacreditada femme fatale, deberá escoger
entre perseguir sus sueños o tener un matrimonio estable; y es que muy pocos
hombres pueden respetar y alentar el derecho de su esposa a competir con la
misma tenacidad y vehemencia que
cualquier otro profesional en el mundo financiero o laboral.
En conclusión, sí es verdad que los caballeros
las prefieren brutas, pero esta aterradora revelación se cumple siempre y
cuando los caballeros no sean hombres maduros, inteligentes y responsables,
sino hombres-niños o adultos a medias cuya elección de pareja es el síntoma más
evidente la inmadurez psicológica, la dependencia emocional y la tendencia
regresiva que los caracteriza. Dicho esto, podemos respirar con tranquilidad,
conscientes de que, como mujeres sabias, fuertes y decididas, es nuestra
obligación defender nuestro derecho a ser tratadas como seres humanos, en
igualdad de condiciones en todas y cada una de las esferas vitales.
Por supuesto que para esto, el primer paso es
saber quién eres y lo que mereces en términos de amor, respeto, compromiso y
solidaridad por parte de tu pareja; lo cual implica tener la paciencia para
esperar al hombre perfecto para ti, el valor para no empeñar tus sueños a
cambio del primer diamante en bruto que tu propia ansiedad decide convertir en
príncipe azul y la sabiduría para entender la diferencia entre jugar a la
casita con un pequeño tirano que te trata como muñeca de trapo, y la
experiencia trascendental y maravillosa
de construir un hogar con un hombre que te adora como la diosa que tú
realmente eres.
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